Parque Industrial de Savar, en Bangladesh

Un proyecto de relocalización de curtiembres de Bangladesh está estancado porque los empresarios reclaman asistencia del gobierno para trasladar sus plantas. Los puntos del conflicto incluyen que las curtiembres solicitan al estado una compensación monetaria por la mudanza, un plan de créditos y la instalación de una planta central de tratamiento de efluentes en el nuevo parque industrial.

El Parque dedicado a la industria curtidora fue desarrollado por el gobierno bengalí en Savar,  para que allí se muden las empresas de la ciudad de Hazaribagh. Cuenta con caminos, plantas de tratamiento de agua, gas, electricidad y cloacas. Ocupa alrededor de 200 acres y tiene lugar para 205 curtiembres.

La Corporación de Industrias Pequeñas y Medianas de Bangladesh asignó un lugar para 155 curtiembres, pero los empresarios no aceptan trasladarse. “Exigimos una compensación y créditos blandos, pero no escuchamos nada del gobierno. Firmamos un acuerdo con el gobierno en 2003 y ellos se comprometieron a construir una planta central para el tratamiento de efluentes”, afirmó Shaheen Ahmed, expresidente de la Asociación de los Curtidores de Bangladesh (Bangladesh Tanners’ Association, BTA)

Esta planta es muy importante porque es necesaria para mantener las exportaciones de la industria del cuero. En este sentido, la Unión Europea ha informado que no dará acceso a los productos bengalíes a menos que la planta esté instalada para 2014.

La relocalización de las curtiembres responde a que, según las autoridades, estas industrias están emitiendo productos que afectan la calidad de vida de las personas que viven en la ciudad. Argumentan que los olores se sienten a kilómetros de distancia y los habitantes aseguran que sufren frecuentes enfermedades de la piel, fiebre, tos, gastroenteritis, asma y diabetes.

La situación conflictiva entre las curtiembres y la población circundante es un fenómeno que se repite en muchas regiones del mundo. Plantas que fueron instaladas fuera del ejido de una ciudad, al cabo de unas décadas quedaron rodeadas de zonas residenciales. Esto sucede por imprevisión de las autoridades respectivas, que más tarde reclaman contra las empresas.

Queda claro que la solución a este problema no puede recaer sólo sobre las espaldas empresarias. La necesidad de reubicar a las curtiembres en ámbitos específicos, con las condiciones que la tecnología medioambiental pone a disposición de la industria, no se puede concretar sin la participación determinante de los gobiernos. Éstos deben proteger tanto a la población, como a los productores y su capacidad de generar empleos y riqueza.