Heitor Klein expresidente ejecutivo de Abicalçados.

Al comenzar el año todos hacemos -rehacemos- planes, proyectamos nuevas estrategias, decidimos nuestros objetivos próximos. Lo hacemos en nuestras vidas, en nuestras familias y también en nuestras empresas. Y sin duda tenemos que tener en cuenta esa especie de “familia” de las empresas que son las asociaciones empresarias o profesionales, que en algunos países también llamamos ‘gremios’. Hay veces que estas instituciones imprescindibles no funcionan bien, o podrían hacerlo mejor. Y al comenzar el año es un buen momento para repensar este tema. Y para hacerlo qué mejor que la palabra de uno de los más experimentados dirigentes de la industria global del calzado. Heitor Klein dirigió durante 27 años Abicalçados, la asociación brasilera representativa de una de las más grandes industrias del calzado del mundo. En este texto breve nos brinda algunas pautas de cómo debería funcionar una representación empresaria en nuestra industria.

Legitimidad y representatividad Institucional
Escribe: Heitor Klein

“La legitimidad y relevancia de cualquier sector productivo depende de su competitividad, capacidad para generar ingresos y empleos, compromiso social y responsabilidad ambiental. El reconocimiento de estas condiciones depende de su representación, ejercida por una Institución (Entidad) que agrupa a sus dirigentes y empresas asociadas.

La representación que ejerce la Institución requiere del involucramiento de líderes comprometidos con el desarrollo armónico del sector. Estos líderes deben ser reconocidos y respetados por sus pares, las empresas representadas, y este respeto sólo se da cuando el liderazgo es sano y desinteresado. Es decir, cuando opera para servir al sector y no para servirse con objetivos personales o desvinculados de los legítimos objetivos institucionales.

Es claro que la Institución debe asumir como objetivos los fines comunes de las empresas representadas y desarrollar actividades y programas que satisfagan dichos fines y necesidades comunes, así como la defensa de sus intereses legítimos.

Este conjunto de propósitos, actividades y programas deben definirse a partir de la consulta y el aporte de los líderes de las empresas, base de todo, para constituir la planificación estratégica sectorial, por poco sofisticada que sea.

Siempre teniendo en cuenta un grado razonable de viabilidad, esta planificación debe definir claramente:
a) Los objetivos que la Institución, en nombre de las empresas representadas, se propone alcanzar;
b) Las actividades (proyectos y programas) que desarrollará la institución para alcanzar los objetivos;
c) Los principios que guiarán la ejecución de las actividades;
d) Los recursos que serán necesarios para el mantenimiento y las fuentes de su provisión;
e) Los plazos determinados y los objetivos previstos.

En la planificación hay que tener en cuenta que el reconocimiento de la legitimidad de un sector -vale repetirlo y subrayarlo-, depende de su relevancia (competitividad, capacidad de generar ingresos y empleos), así como de su compromiso con causas sociales y la protección del medio ambiente.

Sin estos atributos no habrá respeto por parte de la Sociedad Civil y de las Autoridades constituidas y no se considerarán adecuadamente las posiciones y postulados que el sector pretende presentar. En este sentido, cobran gran importancia las acciones de comunicación institucional, que de manera sobria y honesta mantengan informada a la Sociedad de las acciones desarrolladas y los resultados alcanzados.

Considerando todo esto, a partir de entonces se establece un compromiso común entre la Institución (representada por su ‘gobierno’, cualquiera que sea el nivel de formalidad que tenga), los líderes y las empresas representadas. Por lo tanto, no es razonable y nadie puede esperar resultados del proceso si no se mantiene el nivel de compromiso entre el gobierno de la Institución, el liderazgo y las empresas, cumpliendo cada uno su rol de apoyo y compromiso con los propósitos definidos en la planificación.

La gobernanza debe proporcionar respuestas y entregas claras y objetivas dentro de los plazos establecidos de común acuerdo. Por otra parte, los líderes deben participar continuamente, en la medida de sus responsabilidades, en las actividades definidas, orientando, en su caso, los rumbos y correcciones que las circunstancias impongan. Finalmente, las empresas deben proporcionar los recursos necesarios para mantener las actividades, ya sea por sí mismas o a través de fuentes externas que puedan activarse.

Por supuesto, periódicamente y cuando las circunstancias lo aconsejen, se deben realizar revisiones de la planificación, que podrán considerar la ampliación o reducción de actividades y/o metas, pero siempre de mutuo acuerdo con las partes: Institución, dirigentes y empresas.
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“Legitimidad y representatividad Institucional” de Heitor Klein.
Especial para CueroAmérica

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