El calzado de China avanza a nuevos mercados y genera crisis en diversas industrias
Debido a la política arancelaria de Estados Unidos, que busca contener las importaciones desde China, los productos del gigante asiático están desviando su flujo hacia mercados alternativos. En el Sudeste Asiático esto ha comenzado hace un tiempo y se ha convertido en su principal destino, con un impacto que va más allá de lo económico. Y esta es una advertencia directa sobre el riesgo sistémico que enfrentan las industrias de otras regiones, especialmente de América Latina.
La economía global atraviesa una fase crítica, marcada por distorsiones comerciales que comienzan a tener efectos demoledores en las industrias locales de países en desarrollo.
Por ejemplo, sólo en el primer cuatrimestre de 2025, las importaciones de textiles chinos a Indonesia se dispararon de 309 a 834 millones de dólares. En calzado, pasaron de 152 a 199 millones.
Estos aumentos no sólo reflejan un fenómeno comercial, sino una presión asfixiante para la producción de Indonesia que ha perdido competitividad, cuota de mercado y estabilidad. El resultado es alarmante: más de 70.000 empleos industriales perdidos en dos años y cientos de fábricas cerradas. Y lo más grave es que la tendencia no muestra signos de desaceleración.
El fenómeno se alimenta de múltiples vías. No solo del comercio formal, sino también de canales ilegales que introducen productos a precios imposibles de igualar. Se estima que hasta mil contenedores al año llegan clandestinamente con mercadería china subvalorada. Plataformas digitales como Lazada, Temu y Shopee actúan como catalizadores de este proceso, dominando el comercio electrónico regional y acentuando la penetración de productos importados.
La respuesta de Indonesia ha sido firme, aunque todavía en fase de definición. El gobierno analiza imponer aranceles de entre 100% y 200% a productos sensibles como textiles y calzado. También se discuten subsidios, controles a la exportación y modificaciones regulatorias que permitan blindar la economía local. En paralelo, se celebró un acuerdo con Estados Unidos que reduce la amenaza arancelaria sobre los productos indonesios al 19%, una señal de cierto alivio temporal, pero insuficiente frente a la presión estructural del comercio chino.
A partir de las medidas anunciadas por la administración Trump, América Latina debería mirar con extrema atención este proceso. Si China no puede acceder al mercado estadounidense con la fluidez del pasado, inevitablemente buscará otros destinos para su producción excedente. La región es un blanco natural: grandes poblaciones consumidoras, industrias manufactureras vulnerables y marcos regulatorios muchas veces laxos. Los síntomas ya empiezan a sentirse: saturación de mercados, caída de precios, pérdida de empleo y una amenaza creciente sobre la sostenibilidad de nuestras cadenas de valor locales.
La experiencia de Indonesia no es una excepción, sino una advertencia. La lógica de los flujos comerciales globales no admite vacíos: cuando una puerta se cierra, otra se abre. América Latina debería concreta una coordinación regional para no soportar las mismas consecuencias, porque se sabe que cuenta con menos margen de maniobra para revertirlas.
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La Conceria / CueroAmérica
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