El cuero es un material duradero, versátil, reparable, reusable, bioderadable…

Las negociaciones de la ONU para establecer un tratado global que ponga fin a la contaminación por plásticos fracasaron nuevamente este año, evidenciando las profundas divisiones entre los países que buscan reducir la producción y aquellos que priorizan el reciclaje. Uno de los materiales más afectados por este enfoque impreciso es el cuero, tradicionalmente valorado ser versátil y durable, pero también por su confort, reparabilidad y belleza, pero absurdamente cuestionado en cierto discurso ambiental.

Este estancamiento refleja un problema mayor: los debates sobre sostenibilidad se encuentran contaminados por narrativas sesgadas y cifras mal interpretadas que distorsionan la realidad ambiental.

Las telas sintéticas son propensas al desgaste y mucho menos durables que el cuero.

El cuero es, ante todo, un subproducto natural -un desperdicio- de la ganadería destinada a la producción de carne y leche. Sin embargo, los actuales análisis de ciclo de vida suelen atribuirle una carga ambiental desproporcionada, ignorando su papel dentro de un sistema circular que transforma un residuo potencial en un material sumamente útil y de alto valor. La piel representa apenas el 1,5% del valor económico del animal, pero los cálculos erróneos hacen que el cuero parezca un culpable ambiental, cuando en realidad contribuye a reducir los desechos de una industria. De hecho, millones de pieles se desechan cada año por la menor demanda de cuero, generando más residuos y en gran medida por el fomentado uso de materiales sintéticos, derivados de combustibles fósiles.

El cuero, cuando es producido de manera responsable, es un biomaterial renovable, biodegradable y con una vida útil que puede superar décadas. Su durabilidad y capacidad de reparación reducen el consumo y promueven la circularidad, en contraste con los plásticos que dominan la moda rápida y los productos desechables. Además de su valor funcional, el cuero encarna una herencia cultural que resiste la lógica del “usar y tirar”, recordando que la calidad y la sostenibilidad pueden ir de la mano.

En este contexto, diversas organizaciones del sector piden a la COP y a los organismos internacionales reconocer el carácter cíclico y eficiente del cuero dentro de la economía circular. Reclaman metodologías de evaluación ambiental más precisas, que diferencien entre subproductos y productos primarios, y que consideren la vida útil de los materiales en lugar de limitarse a su huella inicial. También proponen promover la moda lenta, el uso de materiales duraderos y de origen biológico, y reducir la dependencia de alternativas plásticas que agravan la crisis ambiental.

La sostenibilidad no debería medirse solo por cifras aisladas, sino por el equilibrio entre aprovechamiento de recursos, durabilidad y reducción de residuos. En ese sentido, el cuero bien elaborado no es parte del problema, sino una de las soluciones para construir una economía más responsable y circular.
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CueroAmérica

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