“El cuero como emblema de un proyecto de país que sin duda atrasa unos 200 años”
La baja en los aranceles para exportación de pieles sin curtir que concretó en 2016 el gobierno de Argentina, ha redundado en el vertiginoso aumento de su salida del país. Esta situación amenaza la existencia del sector curtidor y de todo el espectro de industrias manufactureras y su amplia cadena de proveedores. Ariel Aguilar, presidente de la Cámara Industrial de las Manufacturas de Cuero y Afines, alerta sobre los riesgos que se ciernen para la industria local.
Escribe Ariel Aguilar
De un tiempo a esta parte se ha vuelto a instalar la idea de eliminar o disminuir los derechos que hoy pagan los cueros crudos o salados para ser exportados en dicho estado. Para ser claros, se trata de sacar el cuero del vacuno, ponerle sal o darle un primer proceso de cromo para que no se pudra y exportarlo, sin ningún tipo de valor agregado. Es decir, volvemos a una discusión que atrasa más de 200 años.
En Memoria del Consulado (1802), el entonces Secretario del ‘Consulado de Comercio’, Manuel Belgrano escribía: «Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no solo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas».
Claramente, no es ésta sólo una discusión de cueros, es una disputa sobre qué tipo de País queremos ser. Una Nación industrialista que genera redistribución del ingreso, crecimiento y desarrollo colectivo, o un país que solo se plantea exportar materias primas.
Hasta el año 2015 los cueros crudos, salados o wet blue (proceso mínimo para evitar que se pudran) pagaban un derecho del 15% para poder ser exportados en ese estado. Ese derecho hacía que el dueño de los cueros prefiriera venderlos a las curtiembres locales que lo procesaban y los transformaban en cueros semi terminados y terminados. Luego el 90% de los mismos eran exportados y un 10% quedaba en el mercado local para ser transformados en manufacturas (carteras, ropa, bolsos, billeteras, cinturones, calzado, etc.).
Si bien la pelea de quienes manufacturamos cuero era y sigue siendo para lograr que se aumente la oferta de cueros terminados en el mercado local y, de este modo, obtener mejores precios, no solo para abastecer al mercado interno sino para poder exportar mejores productos, también es cierto que las curtiembres con su proceso industrial generan más de 10.000 puestos trabajo.
Es decir, hasta 2015 los cueros sin ningún tipo de proceso industrial tenían una retención del 15% que dificultaba su exportación sin industrialización. Sin embargo, en enero de 2016 el Estado bajó esos derechos a un 10% y generó que durante ese año se exportaran 100.000 cueros sin procesar y que en 2017 el número se elevara a 400.000.
De continuar esta tendencia, los sectores del Calzado y Manufacturas se verán gravemente perjudicados porque la oferta de cueros terminados para la industria se reducirá, los precios subirán y será casi imposible ser competitivos, tanto a nivel local como internacional.
La competitividad no debe lograrse por el nivel de salarios sino por calidad, diseño y, sobre todo, por lograr en ‘el país de las vacas’ un precio diferenciado para los productores locales, respecto a lo que se paga el cuero a nivel internacional.
La faena de 2017 fue de 12 millones de cabezas de ganado cuyos cueros se comercializaron de la siguiente manera: 1.600.000 fueron al mercado interno, 400.000 se exportaron sin ningún proceso y 10.000.000 se exportaron en estado semi terminado y terminado, luego de pasar por las curtiembres.
En materia de Balanza Comercial, la exportación de estos últimos significó para el país aproximadamente 900 millones de dólares. Pero si se hubieran eliminado totalmente los derechos y se hubieran exportado en estado crudo, las exportaciones para nuestro país hubiesen sido de poco más 300 millones de dólares.
Otra consecuencia indeseada de esta reducción gradual de los derechos de exportación, que impulsa el sector ganadero, podría ser que las grandes curtiembres comenzaran comprar los cueros sin procesar y los enviaran a manufacturar en sus plantas en países vecinos, a raíz de los menores costos de producción por impuestos, servicios, salarios, etc. Esto reprimarizaría la economía argentina y pondría en riesgo miles de puestos de trabajo locales.
También es preocupante el contexto en que se da esta discusión. Argentina en su afán de tener una inserción inteligente en el Mundo busca cerrar el acuerdo Mercosur-Unión Europea a cualquier precio. En ese sentido, el Gobierno plantea una rebaja a los aranceles de importación, que hoy pagan muchos productos manufacturados en Europa, para obtener a cambio una mayor venta de productos agropecuarios al Viejo Continente.
En el caso del cuero, eliminar o reducir los derechos de exportación del cuero crudo, es transformar el cuero definitivamente en un commodity, resignando toda posibilidad de desarrollo industrial.
Argentina ha sido reconocida, entre muchas cosas, por el tango, el fútbol y el cuero. El desafío es ser reconocidos por nuestros productos de cuero. Pensar en medidas para poder exportar el cuero vacuno directo al mundo, es achicar cada día más nuestro sueño de ser una Nación culta, como decía Belgrano hace más de 200 años.
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Ariel Aguilar es presidente de la Cámara Industrial de las Manufacturas Argentina de Cuero y Afines, CIMA.
Artículo publicado originalmente en el diario El Cronista.
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