El Gobierno argentino eliminó una norma que limitaba la exportación de cueros crudos
La reciente decisión del Gobierno argentino de eliminar una norma que limitaba la exportación de cueros crudos ha encendido señales de alarma en uno de los sectores industriales más tradicionales y representativos del país. Aunque la medida fue celebrada por los frigoríficos, que ahora pueden vender cueros sin procesar con mayor rentabilidad, sus efectos colaterales amenazan seriamente la estructura productiva nacional vinculada al cuero, el calzado, la marroquinería y la indumentaria.
El cuero, derivado de la faena bovina, posee un alto potencial de valor agregado a través de procesos industriales que han posicionado a la Argentina como referente global en la producción de cueros curtidos y manufacturas de alta calidad. Durante décadas, el país ha desarrollado una sólida cadena de valor con reconocimiento internacional, llegando a exportar por más de US$ 1.000 millones y consolidando una identidad productiva asociada al diseño, la artesanía y la calidad de sus productos en cuero.
Sin embargo, el desmantelamiento del marco impositivo que desincentivaba la exportación de cueros sin tratar, incluyendo una alícuota del 15% y una fórmula para calcular la base imponible, debilita el acceso local a esta materia prima estratégica. Este cambio normativo encarece los insumos para los fabricantes argentinos, deteriorando su competitividad y limitando su capacidad de agregar valor, generar empleo y sostener un entramado de PYMEs, profesionales y oficios que involucran a más de 30.000 trabajadores en todo el país.
Desde el sector industrial, se cuestiona la orientación hacia un modelo primarizado de exportación, que prioriza el beneficio inmediato de vender materias primas sin procesar, en lugar de impulsar un desarrollo industrial sostenible. Referentes del sector han calificado esta política como una “vuelta a la colonia”, advirtiendo que el 50% de los cueros ya se exportan en estado salado, y que el precio de estos insumos no guarda proporción con su valor industrial potencial.
Como respuesta, las entidades del sector proponen una serie de medidas concretas: implementar reintegros a las exportaciones de productos terminados, exigir trazabilidad en los cueros para cumplir con estándares internacionales, regular el uso del término “cuero” para evitar competencia desleal con sustitutos sintéticos, y garantizar prioridad de abastecimiento para la industria nacional.
La defensa del cuero argentino va más allá de lo económico, implica preservar una tradición productiva, un saber técnico y un símbolo de identidad nacional. En un escenario global donde el valor agregado y la diferenciación son claves para la competitividad, proteger esta industria no es una opción, sino una necesidad estratégica para el desarrollo del país.
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CueroAmérica
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